Según el estudio PREDIMED, cuyas conclusiones se presentan estos días en el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna, la dieta mediterránea reduce la presión arterial y mejora el perfil lipídico.
Una
alta adherencia a una dieta mediterránea tradicional suplementada
con aceite de oliva virgen extra o frutos secos reduce en un 30% el
riesgo relativo de sufrir una complicación cardiovascular en
personas con alto riesgo, comparada con una dieta baja en todo tipo
de grasa, según los resultados del estudio PREDIMED, el mayor ensayo
clínico de intervención nutricional realizado en Europa, que se
presenta en el marco del Congreso Nacional de la Sociedad Española
de Medicina Interna, que se celebra hasta mañana 23 de noviembre en
Málaga.
Tal
como afirma el Dr. Ramón Estruch, del Servicio de Medicina Interna
del Hospital Clinic de Barcelona y primer autor del estudio "hemos
observado que la dieta mediterránea actúa sobre el metabolismo de
la glucosa, disminuyendo la resistencia a la insulina, reduce la
presión arterial y mejora el perfil lipídico. Además, hemos
comprobado que reduce los marcadores de estrés oxidativo y de
inflamación sistémica, por lo que gran parte de sus efectos
deberían atribuirse a su actividad antioxidante y antiinflamatoria".
“Se
trata de un efecto similar, por ejemplo, a las estatinas, pero con la
enorme ventaja de que la dieta mediterránea no tiene efectos
secundarios”, prosigue este experto. En el estudio PREDIMED han
participado más de 200 investigadores (incluidas dietistas y
enfermeras) y 7.447 personas provenientes de 11 grupos de
investigación de nueve Comunidades Autónomas, a las que se les ha
seguido una media de seis años.
Hasta
hace poco el paradigma para la prevención y tratamiento de las
enfermedades cardiovasculares era “reducir todo tipo de grasa”.
Sin embargo, ahora se ha comprobado que las peores grasas son las
saturadas y las ‘trans’, las que se forman en el curso de
tratamientos industriales de determinados alimentos, como la bollería
industrial. La grasa vegetal, aportada por ejemplo por el aceite de
oliva y los frutos secos, tiene un efecto protector sobre muchos
sistemas del organismo, entre ellos el cardiovascular, ilustra el Dr.
Estruch.
Por
ello, insiste este especialista, el tratamiento de muchas
enfermedades crónicas, como las cardiovasculares y la mayoría de
los factores de riesgo vascular, debería empezar con una
modificación de ciertos hábitos, como la adopción de un patrón de
alimentación más saludable, como la dieta mediterránea tradicional
y la realización de más actividad física. Después, si este cambio
de hábitos no surte efecto, debe iniciarse un tratamiento
farmacológico. “Lamentablemente, en la práctica clínica, se
suele obviar los dos primeros pasos, para empezar directamente un
tratamiento farmacológico, que muchas veces no es eficaz porque “se
llega tarde”. Deberíamos volver a los pasos que recomiendan todas
las guías, promover cambios hacia un estilo de vida más saludable
y, sólo posteriormente, prescribir los tratamientos farmacológicos”,
apunta el Dr. Estruch.
Dieta mediterránea y peso corporal
“Al
iniciar PREDIMED", expone el principal autor del estudio, "nos
preocupaba el efecto que podría tener una intervención con una
dieta rica en grasa (vegetal), es decir, rica en aceite de oliva y
frutos secos, sobre el peso corporal y los parámetros de adiposidad,
especialmente los relacionados con la adiposidad abdominal (perímetro
de la cintura)". "No obstante", explica, "los
resultados han sido en cierto punto sorprendentes, ya que los
participantes que seguían la intervención con dieta mediterránea
suplementada con aceite de oliva virgen extra, a pesar de consumir
más energía total que los que seguían una dieta baja en todo tipo
de grasa, presentan una mayor reducción del peso corporal y del
perímetro abdominal que el grupo control”.
Respecto
a las bebidas fermentadas, como el vino y la cerveza, su consumo
moderado (siempre con las comidas) también tiene un efecto protector
sobre muchas enfermedades, pero especialmente sobre las
cardiovasculares. “En este sentido, merece señalarse que el vino
siempre ha formado parte de la dieta mediterránea”, comenta el Dr.
Estruch. En cuanto a la cerveza, en el estudio PREDIMED se ha
observado que los consumidores moderados de cerveza en España siguen
un patrón dietético más próximo a la dieta mediterránea
tradicional que consumidores de los países anglosajones, donde el
consumo de este producto se ha ligado más al fast food.